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domingo, 31 de octubre de 2010

Cuando las realidades más profundas pierden su significado

Línea Editorial COPE - 01-NOV-10
 
Ante más de cien mil jóvenes de Acción Católica congregados este fin de semana en la Plaza de San Pedro, Benedicto XVI improvisó unas palabras sobre el amor, llenas de profundidad, directas al corazón de los que le escuchaban. Muchas veces en nuestros días, como les dijo el Santo Padre, el amor queda reducido a una mercancía de intercambio. Aunque pudiera parecerlo, el amor entendido así no pone en juego la verdadera libertad. Antes al contrario, es egoísmo, cerrazón, ilusión de un momento, algo que, en realidad, esclaviza y cosifica a las personas en lugar de dignificarlas como sucede con esa fuerza imparable que es el amor verdadero., comprometido y auténtico.
Algo similar ocurre cuando diluimos el significado último de otras realidades que nos rodean. Si es cierto que así pasa con el amor, pensemos en lo que sucede con la muerte. En torno a estos días en los que celebramos la Festividad de Todos los Santos y el Día de los Difuntos, se ha ido extendiendo también la llamada fiesta de Halloween, que poco tiene que ver con las celebraciones cristianas y que de una forma, en la mayoría de los casos, pagana coloca el foco sobre la muerte, abordándola como mero objeto de consumo, sin entrar en su significado más profundo. Para la Iglesia, la muerte no es una tragedia que nos destruye y sepulta, sino que se trata de una realidad esperanzada. La muerte no necesita ser exorcizada mediante ningún disfraz. Hay que mirarla con serenidad cara a cara y entender que no es el final de todo sino el principio de una nueva vida.

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